sábado, 28 de noviembre de 2015

El dilema empresarial: Productividad versus inversión, el ERP

El lenguaje empresarial, heredero de las escuelas y corrientes económicas, es muy dado a frases hechas que quedan muy bien en las reuniones y comidas de negocios, pero que, por sí mismas, no dan lugar a ningún resultado. Frases del tipo, maximizar la productividad, mejora de costes, reducción de tiempos, gestión de inputs/outputs, el rating de retorno, la rotación de almacenes… Frases en sí que no por tenerlas en cuenta van a producir los efectos deseados.

Pero, por mucha perogrullada que pueda parecer, vistas en el contexto adecuado, son parte fundamental, unas sí y otras no tanto, de muchos de los negocios actuales.

En estos tiempos revueltos, una de las frases en las que más se está incidiendo es la mejora de la productividad, pero para poder llegar a ella no sólo hay que proponerse ese objetivo. No sirve de nada implantar un objetivo empresarial, digamos de mejora de la productividad del 5 %, sin poner los medios ni el plan de trabajo -u hoja de ruta- para conseguirlo.

Es aquí donde se presenta el dilema de las empresas, ¿es necesario invertir para mejorar la productividad? La respuesta, generalmente, es sí, otro tema es en qué cuantía. Si se plantea hacer esa mejora es porque la situación actual lo permite o lo requiere, o no se están haciendo las cosas todo lo bien que se debiera (de todas maneras, la gestión de la mejora debe ser algo continuo a tener en cuenta periódicamente con los objetivos claramente marcados y valorables).

Una de las inversiones fundamentales es la inversión en tecnología, lo que trae consigo la inversión en formación del personal. De igual manera que la frase “vamos a mejorar la productividad” no arregla nada de por sí sola, invertir en tecnología, tampoco es la panacea. No tiene sentido invertir en un SAP, si luego no vamos a ser capaces de explotarlo por falta de tiempo o de personal preparado o porque nuestras necesidades de gestión no son tan elevadas como para justificar el coste.

Enfocándolo a la PYME dos son las situaciones que se pueden dar, ateniéndose sólo a los programas de gestión, que se posea o no un programa de gestión integrada o ERP.

Si ya se posee uno, siguiendo las políticas de mejora continua, siempre debe ser cuestionable la situación de su explotación, exigiendo un avance en el rango de la información gestionada, en la automatización de procesos, en la captura de datos, en entornos interactivos con los clientes, etc, siempre se puede llegar a dar una vuelta de tuerca más.


En el caso de que no tuviera un ERP (normalmente hablando de entornos productivos, pero también solapable a logística y servicios), la implantación de un ERP va a producir mejoras significativas. La centralización de la información en una sola herramienta vinculando toda la gestión comercial (pedidos, albaranes, facturas, cartera, CRM, exportación a contabilidad) con la gestión productiva (fabricación, planificación, almacenes y compras) reduce el error humano, mejora la gestión administrativa y la de la información, permitiéndose un mejor control por parte de la propiedad, al poseer indicadores que le permitan tomar decisiones en todos los ámbitos de la empresa. Por tanto, plantearse invertir en ERP es un paso adelante en la gestión de la mejora productiva y, por tanto, muy recomendable en la mejora de la gestión empresarial.

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